viernes, 21 de febrero de 2014

La candela y la señora del delantal!

El Viejo David, uno de mis maestros, nunca se aprendió mi nombre. En público me decía "el man". En privado me decía "la señora del delantal". Hoy quiero contarte cómo nació este apodo tan extravagante.

Una noche muy oscura llegué a dormir, como era mi costumbre cuando iba a visitar a mi maestro, a la casita vieja de la señora del delantal, una señora alcohólica que me daba posada a mi y a los borrachitos de Cahuita.

Cuando llegué me la encontré muy borracha, caminando casi a gatas alrededor de su casita, sosteniendo en sus manos una candela encendida. Respondiendo a mi pregunta me indicó que estaba buscando un encendedor para encender el fuego de su cocina de leña. La anciana estaba tan borracha que le costó mucho entender que ya no ocupaba seguir buscando, pues podía prender la leña con el fuego de la candela!

Al día siguiente en la playa le conté la historia al Viejo con mucha risa. El viejo se me quedó viendo muy serio largo rato y me dijo algo que nunca olvidaré.

"No debería reírse de la vieja" - me dijo tartamudeando - , "pues usted ha hecho lo mismo desde que lo conocí. Solo que ella tenía un rato de estar buscando la luz alrededor de su casita, en cambio usted, cuando llegó aquí, tenía seis noches y 7 días de andar buscando la luz con la candela".  "Se lo digo en serio" - dijo el sabio sonriendo - "así nunca va a encontrar lo que busca, y si lo encuentra, cómo lo va a coger si no suelta la candela?"

Te lo digo en serio. Así nunca vas a encontrar lo que quieres. Mejor suelta la candela y busca adonde está lo que ocupas!

Francisco... en el camino del alma!


Mi testimonio sobre el seshín y la apertura de mi octava puerta.

Pintura en acrílico por Guillermo Chaves H. 

Este fue el primer encuentro de este tipo que hago. Un seshín es un retiro de silencio, una sesión larga con muchos ejercicios para subir el nivel, contactar una “frecuencia del alma” en la que se deposita una vibración simiente, y para comprender y profundizar una instrucción. Este acto de obedecer algo a lo que no estamos acostumbrados nos permite aprender que hay también otras formas en que “generamos presencia”, es decir que nos volcamos a nuestro interior. El silencio es un campo fértil, donde las palabras no llegan pero que, si aprendemos a escuchar, oiremos las voces de nuestros guías o de nuestro guía espiritual. Saber escuchar esa voz interior puede lograrse en el silencio, y este ejercicio nos enseña la importancia de la obediencia porque en algún momento, en el camino del alma, se nos va a pedir escuchar, confiar y fluir.

Saber escuchar en el silencio es un ejercicio del Yoga para el Alma, del “Cuarto Camino”, el camino de la gente común, por lo que no es una abstinencia tan rigurosa como el voto de silencio de un monje. Es para tratar de entender el potencial del silencio, si logramos comprenderlo nos adherimos a su serenidad. Es un intervalo fértil donde las palabras no precisan y se comparte con las mejores vibraciones. Esta pausa es una interrupción de nuestro modo de vivir para SER en el momento presente. El silencio es un contraste donde nos abstraemos del ruido, cualquier ruido, puede ser externo o interno. Lo que tratamos el fin de semana no fue hacer silencio sino de serlo, y si de casualidad no lo logramos, hicimos la práctica para que cuando llegue el momento lo hagamos bien.

“Donde nace el viento” es un lugar especial, es una montaña viva y llena de energía. El viento en fuertes ráfagas nos hacia pararnos firmes en el suelo, apuntalando nuestro cuerpo y alma para que esa energía poderosa nos limpiara. Nos dimos la oportunidad de que esa energía nos frotara fuerte y nos atravesara. Intencionar es maravilloso ya que si te permites expulsar de tu vida lo denso e innecesario sientes como literalmente se lo lleva el viento y también te permites refrescarte respirando profundo una parte del cielo. Fue como escuchar un canto y ver una danza en las corrientes que frotaban las copas de los árboles y ser parte de la misma sinfonía. Al armonizarme con el viento me permití reconocer la perfección y disfrutar de lo sagrado en una de sus manifestaciones. De todo, del cielo azul, del sabor de las moras, de la belleza de las bromelias y de orquídeas en flor.

En la casita del Ashram también sucedieron cosas muy interesantes. De seguro como todavía no había abierto mi octava puerta, la de la abundancia, mi primera impresión fue ver de lo que carecía, un ranchito humilde sin mayores pretensiones. Pero bastó entrar con las ofrendas, conocer las habitaciones y sentarse para “ajustar” con una vibración en forma de eme el espacio para que comenzara a percibirlo de otra forma. Este lugar tiene un maravilloso entorno, un bosque diverso lleno de color y de vida propia. La casa o casas se prestan y pueden ajustarse a las necesidades de un lugar de ese tipo y sé que con paciencia y cariño se va a lograr una gran trasformación.

Caminar hasta llegar al Ashran bajo la luz dorada del atardecer fue delicioso y ya cuando la oscuridad llegó y se apagaron las luces surgió el silencio de una auténtica paz, iluminada solamente por la luz tenue de la luna y los caprichosos trazos fosforescentes de las luciérnagas.

Abrir las puertas del alma son de esas oportunidades únicas, pocas veces se tiene a disposición y accesible una herramienta de trasformación personal en la que nos abrimos tan fuertemente hacia nuestro interior. Traspasando estos umbrales he podido contactar diferentes frecuencias, que son como eslabones en el camino del despertar.

Este es un ejercicio proyectado para que, con más trabajo y seguimiento, germine y siga fraguando tu transformación espiritual. Yo lo veo como una inyección de energía mental y espiritual que se acumula en todas la células para sintonizar con el poder creador. Somos la creación y elegimos evolucionar con el espíritu de Gaia de una forma consciente, porque somos parte de la misma eternidad y del mismo amor que crea todo el Universo. Cada vez que abro una puerta tengo sensaciones e impresiones muy diferentes, gracias a este proceso en el que he abierto ocho de las nueve puertas iniciales puedo decir que junto con el yoga, son herramientas de transformación personal, te alivianan cualquier carga o cualquier pesadez, vas adquiriendo en el proceso mayor bienestar, te vas soltando, vas fluyendo armónicamente con la gratitud y te vas haciendo íntegro; tu alma y tu cuerpo son uno y vas a ser feliz “por nada”. Te vas a sorprender gozando una tarde soleada y fresca, vibrando en el amor por la bendición de los alimentos, devolviendo el cariño de tu perro amado y siendo uno con la buena compañía y tu familia de luz. Vas a tener que redefinir la palabra felicidad, porque no se ocupa nada, de ningún recurso material para obtenerla. Vas a ser feliz bailando un bolero marcado, redescubriendo el color un la flor de santalucía y agradeciendo eternamente que en un espacio sagrado, dedicado a Buda, di un paso más en un camino que ya elegí y que ha sido el único que me ha mostrado la buena dirección.

Abrí la puerta de la abundancia, mi octava puerta, dejando más atrás todavía los obstáculos que carcomían mis energías cargándome de vacío durante una noche oscura del alma, para abrirme como esta vez, con un esfuerzo energético del corazón a un espacio luminoso azul, sobre el que estaba dibujado un precioso mandala verde turqueza, que se abrió un instante para mostrarme la nada oscura donde nace el amor de Dios y que es el hogar, el verdadero hogar. Issaim. Issaim, Issaim.

Agradezco a todos los compañeros de este viaje pero, especialmente a Francisco, a Elena y sus hijas de Monte Azul, a Ronald, Anita, Jaime y Mario.




Guillermo