Este fue el primer encuentro de este tipo que hago. Un
seshín es un retiro de silencio, una sesión larga con muchos ejercicios para
subir el nivel, contactar una “frecuencia del alma” en la que se deposita una
vibración simiente, y para comprender y profundizar una instrucción. Este acto
de obedecer algo a lo que no estamos acostumbrados nos permite aprender que hay
también otras formas en que “generamos presencia”, es decir que nos volcamos a
nuestro interior. El silencio es un campo fértil, donde las palabras no llegan
pero que, si aprendemos a escuchar, oiremos las voces de nuestros guías o de
nuestro guía espiritual. Saber escuchar esa voz interior puede lograrse en el
silencio, y este ejercicio nos enseña la importancia de la obediencia porque en
algún momento, en el camino del alma, se nos va a pedir escuchar, confiar y
fluir.
Saber escuchar en el silencio es un ejercicio del Yoga para
el Alma, del “Cuarto Camino”, el camino de la gente común, por lo que no es una
abstinencia tan rigurosa como el voto de silencio de un monje. Es para tratar
de entender el potencial del silencio, si logramos comprenderlo nos adherimos a
su serenidad. Es un intervalo fértil donde las palabras no precisan y se
comparte con las mejores vibraciones. Esta pausa es una interrupción de nuestro
modo de vivir para SER en el momento presente. El silencio es un contraste
donde nos abstraemos del ruido, cualquier ruido, puede ser externo o interno.
Lo que tratamos el fin de semana no fue hacer silencio sino de serlo, y si de
casualidad no lo logramos, hicimos la práctica para que cuando llegue el
momento lo hagamos bien.
“Donde nace el viento” es un lugar especial, es una montaña
viva y llena de energía. El viento en fuertes ráfagas nos hacia pararnos firmes
en el suelo, apuntalando nuestro cuerpo y alma para que esa energía poderosa
nos limpiara. Nos dimos la oportunidad de que esa energía nos frotara fuerte y
nos atravesara. Intencionar es maravilloso ya que si te permites expulsar de tu
vida lo denso e innecesario sientes como literalmente se lo lleva el viento y
también te permites refrescarte respirando profundo una parte del cielo. Fue
como escuchar un canto y ver una danza en las corrientes que frotaban las copas
de los árboles y ser parte de la misma sinfonía. Al armonizarme con el viento
me permití reconocer la perfección y disfrutar de lo sagrado en una de sus
manifestaciones. De todo, del cielo azul, del sabor de las moras, de la belleza
de las bromelias y de orquídeas en flor.
En la casita del Ashram también sucedieron cosas muy
interesantes. De seguro como todavía no había abierto mi octava puerta, la de
la abundancia, mi primera impresión fue ver de lo que carecía, un ranchito
humilde sin mayores pretensiones. Pero bastó entrar con las ofrendas, conocer
las habitaciones y sentarse para “ajustar” con una vibración en forma de eme el
espacio para que comenzara a percibirlo de otra forma. Este lugar tiene un
maravilloso entorno, un bosque diverso lleno de color y de vida propia. La casa
o casas se prestan y pueden ajustarse a las necesidades de un lugar de ese tipo
y sé que con paciencia y cariño se va a lograr una gran trasformación.
Caminar hasta llegar al Ashran bajo la luz dorada del
atardecer fue delicioso y ya cuando la oscuridad llegó y se apagaron las luces
surgió el silencio de una auténtica paz, iluminada solamente por la luz tenue
de la luna y los caprichosos trazos fosforescentes de las luciérnagas.
Abrir las puertas del alma son de esas oportunidades únicas,
pocas veces se tiene a disposición y accesible una herramienta de trasformación
personal en la que nos abrimos tan fuertemente hacia nuestro interior.
Traspasando estos umbrales he podido contactar diferentes frecuencias, que son
como eslabones en el camino del despertar.
Este es un ejercicio proyectado para que, con más trabajo y
seguimiento, germine y siga fraguando tu transformación espiritual. Yo lo veo
como una inyección de energía mental y espiritual que se acumula en todas la
células para sintonizar con el poder creador. Somos la creación y elegimos
evolucionar con el espíritu de Gaia de una forma consciente, porque somos parte
de la misma eternidad y del mismo amor que crea todo el Universo. Cada vez que
abro una puerta tengo sensaciones e impresiones muy diferentes, gracias a este
proceso en el que he abierto ocho de las nueve puertas iniciales puedo decir
que junto con el yoga, son herramientas de transformación personal, te
alivianan cualquier carga o cualquier pesadez, vas adquiriendo en el proceso
mayor bienestar, te vas soltando, vas fluyendo armónicamente con la gratitud y
te vas haciendo íntegro; tu alma y tu cuerpo son uno y vas a ser feliz “por
nada”. Te vas a sorprender gozando una tarde soleada y fresca, vibrando en el
amor por la bendición de los alimentos, devolviendo el cariño de tu perro amado
y siendo uno con la buena compañía y tu familia de luz. Vas a tener que
redefinir la palabra felicidad, porque no se ocupa nada, de ningún recurso
material para obtenerla. Vas a ser feliz bailando un bolero marcado,
redescubriendo el color un la flor de santalucía y agradeciendo eternamente que
en un espacio sagrado, dedicado a Buda, di un paso más en un camino que ya
elegí y que ha sido el único que me ha mostrado la buena dirección.
Abrí la puerta de la abundancia, mi octava puerta, dejando
más atrás todavía los obstáculos que carcomían mis energías cargándome de vacío
durante una noche oscura del alma, para abrirme como esta vez, con un esfuerzo
energético del corazón a un espacio luminoso azul, sobre el que estaba dibujado
un precioso mandala verde turqueza, que se abrió un instante para mostrarme la
nada oscura donde nace el amor de Dios y que es el hogar, el verdadero hogar.
Issaim. Issaim, Issaim.
Agradezco a todos los compañeros de este viaje pero,
especialmente a Francisco, a Elena y sus hijas de Monte Azul, a Ronald, Anita,
Jaime y Mario.
Guillermo
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