El Viejo David, uno de mis maestros, nunca se aprendió mi nombre. En
público me decía "el man". En privado me decía "la señora del
delantal". Hoy quiero contarte cómo nació este apodo tan extravagante.
Una noche muy oscura llegué a dormir, como era mi costumbre cuando iba
a visitar a mi maestro, a la casita vieja de la señora del delantal, una señora
alcohólica que me daba posada a mi y a los borrachitos de Cahuita.
Cuando llegué me la encontré muy borracha, caminando casi a gatas
alrededor de su casita, sosteniendo en sus manos una candela encendida.
Respondiendo a mi pregunta me indicó que estaba buscando un encendedor para
encender el fuego de su cocina de leña. La anciana estaba tan borracha que le
costó mucho entender que ya no ocupaba seguir buscando, pues podía prender la
leña con el fuego de la candela!
Al día siguiente en la playa le conté la historia al Viejo con mucha
risa. El viejo se me quedó viendo muy serio largo rato y me dijo algo que nunca
olvidaré.
"No debería reírse de la vieja" - me dijo tartamudeando - ,
"pues usted ha hecho lo mismo desde que lo conocí. Solo que ella tenía un
rato de estar buscando la luz alrededor de su casita, en cambio usted, cuando
llegó aquí, tenía seis noches y 7 días de andar buscando la luz con la
candela". "Se lo digo en
serio" - dijo el sabio sonriendo - "así nunca va a encontrar lo que
busca, y si lo encuentra, cómo lo va a coger si no suelta la candela?"
Te lo digo en serio. Así nunca vas a encontrar lo que quieres. Mejor
suelta la candela y busca adonde está lo que ocupas!
Francisco... en el camino del alma!
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