viernes, 22 de abril de 2011

Yo, testigo de la firma de la proclama por los Maleku y mi apertura de la Puerta de la Sincronía.


Vista del Lago Coter desde los jardines del Hotel Ecolodge.


La primera visita a una comunidad indígena para la firma de la Proclama de Costa Rica por la Paz con la Tierra se desarrolló en uno de los sitios Sagrados de los nativos Malekus, las montañas alrededor del Lago Coter. Los días fueron perfectos, el día el sábado y domingo anterior soleado y las noches iluminadas por la luna llena del domingo.  Esta es una actividad para integrar a la primera tribu primigenia de Costa Rica con las actividades de Celebración del día Uno.  
Para mí fue un privilegio ser un testigo en esta etapa;  de la firma de la Proclama de la Paz con la Tierra en un el lugar sacro de los Malekus; por Espíritu Guerrero, un representante de su tribu, cerca del Lago Coter en montañas que lo rodean. Este es uno de los puntos más importantes para los nativos y su belleza es sencillamente impresionante, en estos bosques se hacían las pruebas iniciáticas para los jóvenes malekus y según cuentan los nativos también era el lugar donde se iniciaban los aspirantes a chamanes de lugares tan distantes como Brasil.

Los bosque densos de algunas montañas que rodean el Lago Coter al atardecer.

Un lago azul con forma de corazón rodeado de montañas, algunas con bosques primarios, con todas las fuerzas naturales y sus seres vivos protagonizando una equilibrada sinfonía de color y canto. La sede del evento fue el Ecolodge, cuya administradora, Fabiana Oliveira y personal nos recibieron con buenas vibras y mucha calidez. Este fue el espacio propicio para una práctica de yoga, con una parte de esta práctica al aire libre, bajo los árboles y el canto de decenas de pájaros, oropéndolas, yigüirros y muchos otros cantos de aves de la zona.


Esta es la misma choza de la ceremonia de disculpa pero que visitamos un día después para comprar las artesanías que ellos elaboran con calabazas, bambú y madera de balsa, principalmente.

Para las horas de la noche se celebró un acto solemne en el que veintiún personas que veníamos del Valle Central, vestidos de blanco, les pedimos una disculpa por los abusos, engaños y errores históricos que hemos cometido, los “citadinos” y otros foráneos contra su gente y sus tierras. Salimos del Hotel junto a Espíritu Guerrero, caminamos por el bosque bajo la luz de la luna. Cinco miembros de su clan nos recibieron en una choza, con su saludo maleku: dos veces se dice “capi capi”, con dos golpecitos junto al hombro, ya previamente Espíritu Guerrero nos había enseñado el saludo a la usanza de su tribu. Junto a una fogata se hizo  la primera parte de ceremonia que consistió de unas palabras, en maleku, pronunciadas por una mujer y luego las palabras en maleku y español de Espíritu Guerrero, el protector de este sitio sagrado, Francisco  habló por nosotros, los citadinos e hizo una explicación del origen de este Acuerdo de Paz. Percibimos un compromiso sincero por apoyar la Proclama de Costa Rica por la Paz con la Tierra y extender la invitación a firmar este acuerdo a los ciudadanos de su tribu. También nos invitaron a danzar alrededor del fuego, símbolo de vida y fortaleza para ellos.

El interior de la choza estaban estos nativos junto a una joven el día que visitamos en lugar para comprar sus artesanías.
Para la segunda parte, ya de noche, de la ceremonia nos trasladamos junto al Lago Sagrado Coter, donde esperaba un bote para realizar la segunda parte de la ceremonia que se desarrollaría justo en el centro del Lago. A esta actividad no asistí yo porque era un bote con poca capacidad. Según lo que se explicó, las nueve personas que iban en el bote llegarían al centro del lago, donde hace algún tiempo se había sembrado un cristal de murano. Allí es donde realmente se le designaría el nombre a Espíritu Guerrero, cuyo nombre no es extraño porque ese es su nombre en su idioma. También se le asigna una misión o un encargo.  Luego fuimos a dormir.

Preparándonos en la noche para desfilar hasta la choza donde se celebró la asamblea.
La otra sesión de yoga se realizó el día siguiente un poco después del desayuno. Tiene una parte física, con nueve afirmaciones, y una parte final de meditación acostados sobre un “mat”. Es una sesión taller en la que cada persona puede abrir una puerta. Una de las nueve. La que me correspondía a mi por ser la primera y como iniciado era “la puerta de la sincronía”. Es la luz de la sincronía que sirve para: “saber esperar y recibir lo que necesito en el momento perfecto”, la segunda puerta para quienes estaban en esta, es la puerta de la inmediatez; “para vivir lo que elijo en el eterno presente”, y así sucesivamente las mueve puertas.  La meditación que se hizo esa vez no la había hecho antes, es acostado con las palmas de las manos hacia arriba, con inhalaciones profundas. Después de unos minutos me empezó un cosquilleo alrededor de los labios que luego me pasó al resto de la cabeza, luego, como una gran energía se concentró en mis manos, como si estuvieran emanando algo, esta sensación subió hasta el antebrazo y llegó a los hombros, bajaba a la mano y subía de nuevo a los hombros unas cuantas veces. Después el Francisco tocó las puntas de mis pies diciendo issaim. Después de escuchar la palabra comencé a ver (con los ojos cerrados) una sincronía de colores blanco y azul, blanco y azul, de manera rítmica.  Después la energía se concentró en mis manos que comenzaron a subir desde el suelo hasta agarrarse intensamente apuntando al cielo, con los dedos índices apuntando directamente arriba, elevé lo más que puede el cuerpo en una fuerza final. Mientras esto sucedía de mis ojos salían muchas lágrimas, y más al final, cuando pasó esta gran sensación. Sentía mucha gratitud, muchas ganas de abrazar el indígena maleku, Espíritu Guerrero, que también había hecho también la sesión de yoga, pero que tuvo que retirarse un poco antes, sentí que era importante haber sentido tan maravillosas sensaciones en su tierra sagrada y agradezco hoy que se nos recibiera en este lugar tan importante para su cultura.
Después hubo un descanso en el que fuimos a ver en un rancho las artesanías que ellos hacen y de la cual viven, son unas maravillosas artesanías hechas con madera de balsa y muy policromas con motivos de la naturaleza, tucanes, lapas (su ave sagrada), águilas, ranas, serpientes etc, o de calabazas con dibujos labrados y en blanco y negro. Después fuimos a un punto en las laderas de la montaña donde hay una ventana que mira al Lago Coter y en la que hicimos un intercambio de las sensaciones experimentadas por cada uno de los participantes.
Otro momento muy importante se realizó ese día en la tarde cuando, en el comedor del hotel Espíritu Guerrero no solo estampó su firma en un acta oficial, sino que se comprometió a recoger las firmas que fueran posibles entre los suyos. Luego nos invitó a hacer una oración en silencio agarrados de las manos en un círculo y después nos dio su agradecimiento en su idioma por este acto tan trascendental para nosotros y ellos.
La mañana del lunes fue muy raro porque continué recibiendo información, en mi hora de natación, recordé la sincronía de colores blanco-celeste y azul que vi después del issaim. El color azul que recuerdo es el mismo que el del Lago Coter, y el blanco es el color del cielo. Cielo y agua. Tal vez sea una cosa de la mente, pero de pronto me resultó cierto que era el mismo.
El obsequio que Jose, uno de los iniciados puede llevar a los Maleku, ya que sintió que era una de sus misiones volver para retribuir algo a este sitio sagrado, es un árbol de Ceiba. Un árbol de al menos 3 metros que sembraremos donde y cuando Espíritu Guerrero indique. Sentí, al igual que Giselle, que el paisaje de este sitio sagrado está muy alterado, que no tiene nada que ver con lo que dicta el bosque y que siento, es como una profanación y que debe empezar a sanarse. Parte la haremos nosotros, parte ellos (los Maleku), parte Fabiana (la arrendataria del hotel), y una buena parte la naturaleza misma. Como me emociono a veces con todo lo que sentí ayer, y como estaba manejando, decidí tomarme un café cuando iba pasando por Escazú, me senté a la par de la ventana de un centro comercial y después de unos minutos vi que entre los árboles que había en los jardines habían varias ceibas del tamaño que estaban en mi mente, (aunque puede ser más grande). Lo tomé como una verificación.
Por último, y como algo que no puedo todavía comprender, es que debemos encontrar como contarles lo que estamos haciendo a los nativos de Islandia. Especialmente lo que hicimos ayer con los Malekus y lo que esto significa. Al igual que los Malekus, los islandeses han pasado por episodios dramáticos en su historia. Por ejemplo la erupción del volcán Askja que en 1875 devastó la economía islandesa y causó una hambruna general por cerca de un cuarto de siglo. El 20% de la población emigró, principalmente a Canadá y a los Estados Unidos. Hoy viven una situación muy difícil por ser víctimas de la burbuja especulativa, y es un país en quiebra que recién acaban de votar que no pagarán a los bancos europeos unas cantidades de astronómicas de dinero que no tienen. Tendrían su futuro empeñado por siglos. Los Malekus podrían (si ellos desean) enviar un mensaje de esperanza, solidaridad y contar como están superando tanta adversidad. Los nativos islandeses también son guerreros, pero de origen vikingo.
En mis caminatas con una amiga le decía que para mí el abrir la primera puerta, la de la sincronía empezó en otro momento mágico que me sucedió el año pasado cuando fui invitado a oír unos mantras cantados por la hija de Francisco, Marianela Ortiz, acompañados por otros músicos como Carlos Tapado, Juan Pablo Barahona, el otro hijo de Francisco e invitados. Motivado por la curiosidad y por conocer un tipo de música con el cual no había tenido contacto antes. Mi favorita de siempre es la clásica e incluyo muchos otros tipos entre los que puedo destacar; el rock clásico, el sinfónico, melodías étnicas además de cualquiera que esté hecha con calidad. Si había oído hablar de la música de los mantras porque gente cercana a mí la usa para sus meditaciones en yoga. La verdad es que desde el inicio me gustó que se explicara el contenido de las letras y los temas y se les asociara a las energías universales. Me gustó como se interpretaron, llenos de matices musicales, desde la sutileza de las aperturas de las tierras llanas, hasta a las regiones más altas y más luminosas.
Todo iba normal para mí hasta el tercer mantra, del cual no me acuerdo la explicación introductoria. Lo estaba oyendo calmadamente hasta que en un punto sentí que estaba en otro nivel de percepción. De aquí en adelante haré un esfuerzo por explicar con palabras las sensaciones a las cuales me cuesta y me es difícil describir. Este nivel de percepción ya no consistía solo de lo que oía, eran además las imágenes de la naturaleza que se sugerían sin que las viera, eran bosques, aves, árboles, insectos, y vientos. No eran tipo alucinación porque no eran imágenes visuales, dentro de estas corrientes de imágenes que fluían rápidamente oía claramente estas preguntas: “¿y dónde están los afectos?”,  varias veces hasta hacerse fuerte, luego esta otra pregunta: “¿y dónde están tus afectos?”. Fue después de esta pregunta tan directa, y que me pegaba tan en el fondo que sentí una especie de energía que entró en mí, como si viniera de arriba me hizo reclinar la cabeza, me llenó completamente de belleza y gratitud. Le llamo así porque no fueron “escalofríos”, que te dan a flor de piel y que te erizan, sino algo interior más expansivo y cálido.  Las lágrimas me brotaban ya que en mi vida había experimentado algo así. Terminado en mantra ya volví a la corriente normal y luego en el penúltimo pude tener una experiencia similar pero más relajada.
Me tuve que ir un poco antes del concierto, pero en adelante esas imágenes y las preguntas resonarían como un recuerdo demasiado intenso. Inconsolable lloraba mientras manejaba, pensaba en que significado tenían estas frases que me planteaban todas mis relaciones afectivas, todas: las que tengo con el mundo, mi trabajo, mis gustos, mis intereses, mis relaciones familiares y personales. Y luego los afectos íntimos: mi espiritualidad, mi amor propio, mis pasiones. Terminé también llorando en la noche casi como si tuviera una descompensación emocional. No puedo recordar ese momento sin que se me vengan unas lágrimas. Esta experiencia es algo que podría decir que me llegó profundo, que me abrumó emocionalmente muchas veces, que tocó fibras del todo inexploradas para mí, qué sembró unas preguntas muy personales y fue un sentir maravilloso. Todavía no me explico el por qué tal experiencia sin realmente haber hecho antes yoga (salvo cuando llevé las deportivas de la Universidad).
Todo esto que describo de último se entrelaza de una manera misteriosa con lo que sentí con la apertura de la primera puerta, la de la sincronía, y me emociona saber que son experiencias muy intensas del alma, en las que sentí que realmente soy un ser espiritual y que es un viaje al conocimiento de mi ser interior. Sentí que los mantras son en esencia una música sagrada y que hay seres maravillosos, como Marianela que no solo canta como los Ángeles, sino que realmente lo son; seres guías de luz. 
Ya para finalizar este fue un poema que me nació escribir después de la experiencia que describo.

¿Y dónde están los afectos?,
¿Y dónde están tus afectos?

Son desde ya mis mares inexplorados,
los que se me diluyen entre los dedos,
los que nadie salvo yo puede comprender y navegar.
Son los barcos que lo recorren
con la expectativa de un puerto
tras una infinitud desdibujada y eterna.

Son las preguntas rasantes que renacen de las dudas.
Singulares en su discurso porque tienen que cavar,
horadar y rebuscar en los sedimentos de lo que se intuye.
Se intuye, pero se desconoce,…
sedimentos de omisiones y cuestionarios.
Sedimentos de ambiciones y sus variantes.

Se me cuestiona pero también se me aporta sutileza y gratitud, 
es decir un barco equipado,
del que sólo me hace falta aprender a usar sus instrumentos.

Voy a dejar de construir un mar a base de lágrimas,
(con ellas lo que comparte es su salinidad),
y decir que pronto el barco va a zarpar,
el barco pronto zarpará.

Guillermo Chaves.

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