viernes, 1 de abril de 2011

¿POR QUÉ UNA PROCLAMA POR LA PAZ CON LA TIERRA?

Un ciudadano nos escribe y nos dice:

“El 21 de diciembre del 2012 comienza un ciclo de 24.800 años, según el calendario  Maya llamado “de la cuenta larga”. Desde luego que, aunque realmente será un día como cualquier otro, simbólicamente es una fecha especial. Lógicamente es una fecha para comenzar, para originar, para iniciar cualquier cosa.
Sin embargo, no hay que olvidar tan pronto que asimismo está terminando un largo ciclo de igual magnitud. De hecho, lo que se anuncia es el fin del calendario Maya, su última fecha. Se trata pues también de un final y por tanto de la necesidad de ver para atrás y evaluar el camino que venimos siguiendo.
Si unimos las dos ideas resulta claro que sería un buen momento para evaluar lo que hemos hecho y para redefinir lo que haremos en el futuro como seres humanos. Sin esa retrospección es poco lo que se puede saber del camino que sigue, salvo manifestar buenas o malas intenciones.
Entiendo además que esa cuenta larga coincide con la del I Ching, y comprendo bien que las coincidencias atizan la imaginación, que tanto puede ser de lo positivo como de lo negativo. En un caso se llama optimismo y en el otro pesimismo, ambos provocados por la misma incerteza de futuro. Se trata de una época propicia para profecías, y demás artes oraculares, de las cuales sabemos que representan, entre los religiosos, un embrión de pensamiento crítico, pese al tinte amarillista y manipulador que siempre se les ha dado.
La gran pregunta es entonces ¿cómo aprovechar semejante ocasión? ¿Qué hacer para celebrarla? ¿Cómo prepararse, cómo organizarse?
Me gusta la idea de una proclama, más que el de una denuncia o una demanda; ya que podría uno denunciar lo mal que van las cosas desde un punto de vista ecológico, económico, social y la necesidad de que los gobiernos, las empresas o las organizaciones de sociedad civil hagan esto o aquello; y también podría demandarse, como ya se sugirió, que todos adopten el calendario Maya, uno de los más antiguos y exactos de la humanidad. Pero ambas acciones tienen una misma estructura: digo o firmo (publico) para que otros oigan y hagan (respondan). Toda nuestra responsabilidad pasa a ser entonces redactar bien, recoger firmas y encontrar un buen canal de difusión. Pero así la responsabilidad final parece quedar del otro lado. En suma, un camino tradicional que ya no corresponde a los nuevos paradigmas que reivindican espontaneidad o acciones instantáneas eco eficientes, y estratégicas caórdicas (del caos al orden).
En cambio, una proclama es una manifestación de compromiso de quienes la firman, no se trata de que otros hagan o de poner hacer a otros, sino que se trata de que cada uno haga, sin esperar a lo que hagan los demás, por tanto, se trata de proclamar o declarar una “auto ética” o una ética personal, como la llama Edgar Morin. Se trata más bien de apoyar algo que se puede llamar “auto eficacia” (Albert Bandura[1])  Por tanto, lo que se proclama debe ser practicable, debe ser incorporable a las prácticas de cada cual, sea individuales o de grupo. Cada uno debería responder por eso ante su propia conciencia.
Lo mismo que la respectiva celebración, cada uno debe celebrar con los suyos, lo que quiera y como quiera, todo el desafío es comunicarnos esas decisiones para que sepamos que no estamos solos en esto, como en casi en ninguna otra cosa (ya que la soledad es un mérito, hay que conquistarla, no es una dádiva ni una circunstancia).
Se trata entonces de seguir el modelo organizativo más poderoso que hay sobre este planeta: nuestro propio cerebro, que es policéntrico, jerárquico/anárquico-democrático, coordinado pero descentralizado.
En lo que a mí respecta me comprometo personalmente, a partir del 21 de diciembre del 2012, a:
1.      Adoptar en mi propia práctica el calendario Maya, como debiera hacer todo habitante de esta parte del planeta.

2.     Difundir su práctica entre personas receptivas y dispuestas en todas partes del mundo.

3.     Declarar el 21 de diciembre como un día universal, es decir, como un día en que se celebra, sin discriminaciones ni distingos de ninguna especie, el día de la humanidad, o sea, de la diversidad de todas las culturas humanas, el día del Otro; en el que cada quien, a su modo y en el día que corresponda a su respectivo calendario, se une en un sentimiento de respeto por todas las demás culturas del planeta, destacando lo más valioso de cada una de ellas en su propio ámbito cultural. Esto debiera dar lugar a una lista en crecimiento de personas que se van sumando en todo el mundo a esta celebración (que vea a ver Naciones Unidas y cía. cómo hacen para incorporar esta “tradición popular” una vez que cobre fuerza).

4.     Incorporar a mi práctica personal todas las sugerencias tendientes a asumir plenamente nuestra responsabilidad ecológica con el planeta y con todos los demás cohabitantes, contemporáneos y futuros, en todos los ámbitos a mi alcance.

Es por ello que el énfasis debiera estar puesto en lo que cada uno ya puede hacer por la vida en este planeta (el poder de uno), la actual y la futura; en lo que cada uno y cada una puede comenzar a hacer sin tener que esperar a otros, ni tampoco la respuesta de autoridades políticas o religiosas. Ese debe ser el centro de la estrategia de comunicación: enfocar lo que ya estamos haciendo o dejando de hacer cada cual para mejorar las cosas durante éste tránsito existencial que estamos pasando. 
La idea fuerza es sencilla y antigua: más vale “proclamar” con el ejemplo. Comunicarlo solo tiene el propósito y la expectativa de apoyar otras iniciativas, igualmente descentralizadas y creativas.
Sin más por el momento, les envío mi abrazo solidario con esta hermosa causa.



[1][1]  Citado en: Goleman, D et al (2000) El espíritu creativo. Buenos Aires, Vergara, p. 82. Interpretada como “fe” en que se puede dominar los desafíos de la vida. (Este es el autor del famoso libro sobre Inteligencia emocional).






Una sola humanidad. Un solo propósito:
 firmar la paz con la Tierra

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